Matrimonio, sentido de la propiedad

Melissa Álvarez.

Dicen que los hombres engordan, después del matrimonio, que las mujeres se vuelven brujas después de firmar el bendito papel.

Pero ¿Cómo le podemos echar la culpa a un papel?, si lo pensamos, es todo culpa de los hombres, como de las mujeres, porque al dar nuestras firmas damos por hecho, que el otro nos pertenece.

Si bien todos llegan y ven el matrimonio como un punto donde uno quiere “unirse para toda la vida”, para compartir momentos, recuerdos, dinero, etc, esto no siempre es así.

En el momento de firmar el papel, ya llegaste al punto máximo de la expresión del amor y el compromiso, por lo cual, inconscientemente dices: “esta persona ya es mía, por lo cual tengo derechos sobre el”

Como dice Madam Slael: “El matrimonio es el egoísmo a dúo”[1], lo vemos desde el punto de vista más frío, el matrimonio en esencia es un contrato económico entre la pareja, el cual, puede ser con bienes ligados o independientes, donde todo lo tuyo es mío, y lo mío es tuyo, por ende, a la hora de un supuesto divorcio, hayan problemas y peticiones monetarias entre los cónyuges, donde uno siempre saldrá más beneficiados que el otro.

Este contrato  nos lleva a relajarnos, el hecho de separarse más adelante, se ve tan complejo, que tan solo la idea de pensar en esto hace pensar que nunca pasara, para huir de la idea de este asumimos que todo esta bien, todo bien, el otro ya es de mi propiedad, por lo cual no se ira de mi lado.

Por otro lado, hay que tener en cuenta el factor de que hay gente que se casa apresuradamente, cegados por la “magia” del amor. Se tiene esta “primera impresión”, por mucho tiempo, porque aún no se conocen bien en persona, se trata de apartarla y adquirirla para esa sensación de “amor verdadero” no desaparezca.

Y con esto, luego de un gran sentimiento de amor, la pareja se da cuenta de que esa persona le “pertenece”, todo se vuelve a la realidad del diario vivir, llegando a “ya no es lo mismo”, tu cambiaste” o el terminal “me quiero separar”. Y he ahí, cuando nos damos cuenta de que la persona no cambio, si no que nunca la conocimos bien.

Así, logramos percatarnos de que el matrimonio no es la máxima expresión del amor (exceptuando los matrimonios relacionados con religiones, ya que eso es un asunto de fe y es otro rumbo), ya que si este es precipitado, a la hora de acabarse el efecto de ilusión, donde todo se vuelve monótono, terminando con separaciones (esto pasa mayormente en personas que se casan muy jóvenes y con relaciones prematrimoniales de poca duración), conflictos de pareja, etc.

Este se usa como el cierre de un paréntesis y esas cosas que te da la unión no elaborada, se pierden, llegando a ¿Qué tan fuerte y sincero puede ser el amor sin matrimonio, aunque no haya compromiso?

---

[1] Anne Louise Germaine Necken, escritora Suiza, “Acerca de la influencia de las pasiones de los individuos y de las naciones” 1796